A distancia de reojo, o desde la más
lejana cueva, habita y pernocta el hermano mayor del gamusino. De
figura inestable, color cambiante y actitud inquieta. Viene y se va,
te roza y desaparece, tan rápido que muchos llegan a dudar de su
existencia tras tan efímera aparición.
Sin saber muy bien el cómo ni el por
qué, estas criaturas hicieron numerosos enemigos, detractores de su
necesaria función; Cromatismo en grises tras el olvido.
Estos extraños seres de tan volátil
sonrisa, de saludo y despedida todo en uno, no era ni más ni menos
que la envidia de los que no tenían la fortuna de verlos, y la
desgracia del que no supo admirarlos en esos impares momentos.
Llegó a decirse que eran malvados, de
oscuras intenciones, casi negras. Es un error imperdonable el creer
en tan desafortunadas palabras, deudoras de una conciencia hundida en
un pozo de aguada amargura.
Estos destellos de alegría deben
aprovecharse sin demora, acreciendo aquello que la dicha se deja en
el tintero, sin juicio ni prejuicio, sin reproches ni puñales.
Dejarse envolver por los cromatismos, que te lleve la euforia, que te
eleve la risa.
Que vengan de donde vengan, nadie
cuestionaría si su felicidad es merecida, ni su muerte justa.
A distancia de reojo, o desde la más
lejana cueva, disfrutemos de nuestra suerte y riamos, juntos o
separados.