Y qué difícil es reconocer cuando te equivocas. Y más difícil aún cuando has puesto algo más que tus ganas en ello, cuando has jugado socráticamente a hundir a quien tenía razón.
Va a ser cierto eso de que hay palabras con las que uno no puede jugar hasta que las siente. Palabras, traducciones, sinónimos. Pequeños matices que niegan el significado del sinónimo, como mucho similar.
El vocablo causante de más de un nudo, de más de un gesto de duda y asombro, resultó ser la morriña.
La explicación científica que quede escondida en un cajón, pues no va a servir. Es en la distancia donde todo cambia, o donde todo se multiplica. En un estado de progresión exponencial de nostalgia, las agujas comenzaron a mostrar su lugar.
Este es el lugar de las agujas, que no el mío. Este es un sitio lejano, frío, hiriente. Cuna de poéticos reconquistadores, de algún molino a lo lejos y de caballerías. Esto puede ser muchas cosas, tener muchos adjetivos y muchos sinónimos, pero no hay otra palabra que defina lo que un forastero experimenta aquí que esta: Morriña.
Que volverá la brisa húmeda y salada, y con ella yo me iré.