Qué quiere que le diga a la ruina si
está ya acariciando el control total de cielo y tierra. En este
momento no encontramos ya sujetos ni predicados que se dignen, ni
deban dignarse, a dejar a cada cual en su sitio.
Los escombros de lo que tuvo un
honorable propietario yacen solos, derrotados. Lacónicas arengas han
pasado de la brevedad a la extinción, y el largo discurso del
perdedor, del desolado, abarcan ya más de lo que una conciencia
estable está dispuesta a racionalizar.
En condiciones normales la sucesión de
los días es algo que se entiende estable, casi un clásico. En
condiciones actuales la sucesión de los días se asemeja a lo
trágico, como el teatro griego.
La escoria moradora y pululante de
tierra mar y aire tiene rutas infinitas por donde desolar a sol y
luna.
Corren tiempos arriesgados para los
sujetos felices. No se sujetan los predicados, y la ruptura
dialéctica arrastrará la palabra hasta el escombro.
Danos hoy nuestro pan de cada día, pero
sobre todo danos un día, a poder ser, estable.