Bendita sea esta ceniza imperecedera
que ahora está dentro de todos. Bendita sea despacio, mar de
pecados que desnudan con furia y arañan con amor. Bendice también
la luz que he visto al entrar en el extraño pasadizo de la locura.
Esta mirada bañada en luz, con la
profundidad del más profundo túnel, con la maldad que hace llorar
de risa y con los dedos que se cruzan por no soportar más felicidad.
No he vivido nada, he estado
recordando. Y es éste recuerdo de ayer el que observo en las heridas
de mi espalda. Asalta la duda ver que sangra.
Quizás no eran recuerdos.
Y yo qué sé qué es y menos qué
será. Yo lo que sé es que no quiero saber nada. Que quiero música,
que quiero Sol y que quiero un fuego que cubra de llamas este cielo
gris y desangelado.
Quiero Señor, quiero después de ser
bendecido por un Santo, también bendiga este maravilloso pecado que
me ha dejado en mitad de la autopista más preciosa que ver he
podido.
Muchos tiñen su cabello de verde pero
pocos sus ojos. Decoran su armario y no su alma, cortan su barba y no
su miedo.
A todos aquellos denles amor. Sin más
prisa que la del Santo que pecó despacio, que ordenó el fin del
orden, que besó sin pensar y pensó sin besar.
One love. O dos.