Los perros viejos siempre vuelven, y los que no vuelven es por una clara razón. Perro viejo aún ladra, rara vez muerde, pero siempre escucha.
Acompañados de un ingrato aunque realista adjetivo, son mucho más perros que viejos. Siempre han sido lo que son, perros, pero eso de viejo es algo coyuntural.
Estos perros, especialmente los viejos, tienen un paradójico futuro por venir. Plagado de mordiscos, ladridos y pulgas. No hablemos de orines en esquinas, que muy probablemente también tengan algo que decir al respecto.
Después de tanto tiempo husmeando en calles húmedas y abandonadas, los perros viejos se dedican a zambullirse los unos con los otros, entre pasados idílicos y acontecimientos fortuitos.
El gran sentido de la manada que tienen estos perros viejos hace que los acontecimientos, por muy adversos o diversos que sean, no consigan evitar que se reúnan.
Juntos ladran a la luna, agradeciendo no haberse ido nunca.
Nunca han ladrado tan alto. Nunca han sido tan libres, nunca han sido tan viejos.
Siempre han sido perros.
Perros viejos.