lunes, 5 de agosto de 2013

Cheie

Una letra separa mi vida de mi tierra. Su nombre es casi un guiño celeste, el de alguien que quiere insinuar que la risa no era risa, y ni forzada ni azarosa la llamaron alma. Quizás sus labios sean la patria por la que el mercenario renuncia a dádivas y honores.
La delgada línea que separa el cuento de la memoria abarca duendes, lobos y héroes de Castilla.
Melibeo destino el que puede me acompañe, que ni lengua ni ropajes distan de una unión digna de ser escrita. Como un candado con llaves de cera, fundiéndose por el calor al que se han acostumbrado desde hace.
Yo deseo como un preso y en primera persona, que mi condena es el saludo de una muerte que se dejó ver para que quedase claro quién es la única que puede separarnos.
Eso de la fuerza es cosa de tres, donde dos somos nosotros y el tercero un tren que llega a su destino.


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