lunes, 4 de junio de 2012

El viento en los relatos


Contaba el cuento que hubo una tensa calma antes de la tempestad, y luego una clase diferente una vez cesado el trajín de viento y ruido. También contaba el cuento que el ajetreo atmosférico no se había prolongado en demasía, y que si bien había removido sin piedad aquello que rozó, pasado un rato, se volvió a recolocar.
Ríos de tinta desbocados entre hojas, vallas (bayas y “oh vaya”) e incrédulos personajes que veían sus hasta entonces tranquilos árboles, volar ociosos con sus raíces al viento como el cuerpo escondido de una tortuga.
Corrían malos tiempos para los cuentos, casi tanto como para los cuentistas, y es que con tanta corriente fuera de control, y tanto recolocar hojas, ya nada volvió a tener sentido. Otra historieta, de curiosa moraleja, decía sin embargo que aún desordenada, siempre hay un sitio indicado para cada hoja, por muy tempestuosa que sea. Sin duda era fruto de una buena pluma, de las que volaban de forma grácil, acariciadas gracias a su esbelta figura. 

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