domingo, 24 de febrero de 2013

Sin devenir. De nuevo.


El fuego de la vida nunca perdía pasión; con la misma fuerza que cazaban su necesidad, hacían el amor a su destino.
Nunca se apagaba bajo el soporte suspirado de ese cielo inalcanzable.
No crean lo contrario, en el fondo nadie lo quería alcanzar. Era su abrazo más satisfactorio que su conversación.
Ellos eran amigos de su cielo. Lejano amigo que siempre les observaba con ternura, siendo amor el tributo por una canción.
La historia no tiene fin, ya que, como dijo su cielo, tampoco tuvo un principio. El tiempo no se mide si no en noches, y si alguien duda de ello, las nubes le hacen entrar en razón.
Y en cuestión de despedidas, recuerdo que...

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