Ahora que se han llevado hasta las
esquinas, que los inmuebles volaron a la par de fungibles besos, esta
habitación se ha quedado pequeña.
Sin más decoro en la despedida que la
interrupción de su anhelo, ha abandonado este
desgastado paraíso.
La compañía de una esperanza viene de
la mano de una punzada infinita, de las que dan las buenas noches a
cualquier hora del día.
Las mejores galas no han ido
acompañadas de buenas telas, no tantas como telares.
A la misma hora de ayer, de mañana y
de cinco minutos antes de ese beso, esta habitación se ha teñido de
gris, para que no le reconozcan.
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