viernes, 12 de abril de 2013

Nueva escuela.


Entre juegos y caídas no hubo mejor maestro que los otros y el asombro. Transcurrían ociosos, instante a instante, esos pequeños resquicios incontables de arena.
El juguete favorito siempre estaba en manos de un indeseable, del maestro mismo. No por ello cedió el deseo, casi ansioso, de poder sentirse suyo más que a la inversa, de tan preciado anhelo con ruedas.
Ahora ella es el recreo, uno en el que no hay que darse prisa para empezar a disfrutar. Es la sonrisa del infante, con una ilusión que sólo las canas pueden apagar.
Después de un jardín de infancia donde las manos fueron lo más parecido a un abrazo, ha llegado el momento con el que la vigilia fantasea, con el que los nervios esperan sentados con el cetro de un mañana sin aliento.

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