La memoria de una colina es el recuerdo
de sus gentes. Las gracias tales como un trueno, dos rayos y un
número infinitesimal de gotas de agua enmarcan un cuento tan
agradable como certero; ahora discutan los hongos divergencias entre
certero y cierto. No será éste el papel que plasme tales majaderías
para el alma, tan lógicas en un manual de gramática.
Caminando en el locus, por y para él,
dos esquivas lechuzas. Capricho volador eso de tener pies. Ellos
tenían patas. Cuando uno pía, otro escucha. Terror si pían ambos.
Una vuela, más tarde vuelve. Ha estado
lejos, se le ve, se le intuye. No cede en su anhelo de revolotear,
bestias perciben el ahora caduco aroma a sangre.
Corren juntos; este es su lugar más
pueden observar cientos, sólo levantando esos picos. Lo que quisieran
es comerse en el aire. Aún es pronto pero “ahora” lo es más.
Llegará el momento que nadie en la
colina desea. Más pronto que tarde, más pena que ilusión.
Es justo que los rapaces vuelen, como
lo es picarse las alas buscando un poco más de pies.
Sea como fuere, un cuento aún no
dicho.
Ese nocturno pensador daría su vuelo
por pasear por la colina, si es el rapaz el que revolotea a su
alrededor.
Vida(s). Rara avis y un futuro.
Conozco un lugar en el que...
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