domingo, 16 de octubre de 2011

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Octubre es el mes de la oportunidad. Oportunidad para no hacer nada, claro está. Con septiembre enterrado y la navidad aún en proceso de gestación (por mucho que en el Eroski se emperren en traer Suchard con 30 grados aún en el ambiente), este es el mes del goce y disfrute para ese sector en peligro de extinción que se dedica a estudiar.
Estamos hechos de otra pasta (de la de nuestros padres, que no la nuestra), y lo demostramos jugando a los médicos con un par de copas de más. El problema es que el doctor Zhivago se confundió el colirio con lejía.. pero eso es otro tema. Un chascarrillo, dos comentarios aislados en los telediarios y listo,todo olvidado. Cosas de niños.
Pero no nos desviemos del tema, que es octubre y no es tiempo es críticas, es tiempo de aprovechar el tiempo, que ya saben, hay tiempo para aprovechar y tiempo para zapatear por los lindes del espacio-tiempo. Eso último lo aprendí en la iglesia, que aunque algunos lo usen para ligar yo fui por obligación... moral?.. no. física. Hay un anuncio que resume todo eso en 30 segundos. Time force se llamaba, toda una declaración de intenciones.
Menudo caos de ideas. No es que esté espeso, es que el desorden está poderosamente infravalorado y quiero echarle una mano. Al desorden. Cosas de adultos.
Ingenuos y rubias alejaos del camino del elegido, que pese a no andar en paños menores también está muy enajenado. Si todo hombre es discípulo de una palabra profunda, yo te aconsejo un golpe contra la pared. Aquí no hay palabras profundas, hay superficiales formas de decir profundas cosas.
Os presento a la otra cara del asperger, la más inconexa. Me gusta ese tipo, camina como si supiese que está loco, lo admiro. Admirar admirar tampoco, que no es un cuadro, pero reconozco que cuando sale a relucir me entran ganas de hacerle preguntas obscenas como... ¿te gusta la comida china?.
No se puede ser narcisista si eres bipolar, por que no eres tú, eres otro. Afortunado el o la que ame a los dos. Pero eso vuelven a ser palabras mayores, palabras de oro, enmoheciéndose en la antecámara de un oído indigno.
La legítima protesta a la calle, que a los locos hay que dejarlos en paz, y yo sólo intentaba hablar de octubre, el mes de la elocuencia.

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