¿Te consideras afortunado? Esta pregunta típica de manual de autoayuda parece que no cala hondo en la gente, o puede que cale demasiado.
Fortuna y virtud. Maquiavelo ya explicaba su forma de ver el mundo, la vida, el éxito, el fracaso. La proporción no es áurea, es la que es, y es crucial, definitoria y definitiva.
No anda el mundo sobrado de virtuosos, ya no hablamos de arete general, si no un poco de virtuosismo en un área determinada. No pido un abogado sobresaliente, único e inigualable, que en su casa persista en la excelencia como padre, marido o amante, no es necesario.
¿Cuánto hace que no hablas con alguien verdaderamente interesante? Sin obligación, sin necesidad, voluntad pura, sin conexiones. ¿Hay alguien a mi alrededor que haya tenido 24 horas de cierta e incuestionable virtud? ¿Por qué creamos palabras e ideas que no son alcanzables?. Quizás sea un punto alto por el que mejorar, un objetivo imposible, que pese a no llegar a conseguir, nos acerca peligrosamente a la perfección, nos acerca a la felicidad del sabio, a la autosuficiencia de un animal solitario.
A veces pienso en todo lo que los aspirantes a la virtud hacen, y sólo veo impotencia. Duele más un espejo que una palabra, y más una palabra que un puñal. A día de hoy parece digno de una película de Tom Cruise intentar cambiar tu entorno, hacerlo mejorar, hacerlo pensar. Sólo aspiramos a su duda. Aspiro a provocar esa duda que inicie el proceso que es ser persona, que es evolucionar, progresar.
No se pueden hacer espadas con plumas, ni sombreros con piedras. No se puede jugar con ortigas ni dialogar con mediocres.
La igualdad es un invento del hombre para gestionar la diferencia. Ojalá hubiese un par de clones a mi alrededor. Les daría un abrazo después de agradecerle que viniesen en un momento tan importante.
Virtud. Con lo fácil que es dejarse abrazar por la idiocia, me fue a salir inquieto el niño.
Mejor será que tire una moneda.
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