domingo, 22 de abril de 2012

El vals del Conde


Ordenadas parejas en la pista de baile. Regidos por precisos movimientos naturales una y mil veces repetidos. No resulta necesario mantener la vista fija en piernas ni en pestañas, dueñas del tráfico gestual que decoran un suelo que pasa desapercibido.
El danzante solitario, observa desde la distancia. Justa y corta distancia. En vez de sentirse cohibido por unas uniones tan patentes, se percata de que sus ojos y sus pestañas, quizás sus piernas, no dejan de ser blanco de deseo y desaprobación. Deseo y desaprobación que nunca proceden de la misma mirada, pero sí de la misma pareja. Tan unida, ahora ve la ruptura de su entera esencia bipartita.
Tripartitos trajeron caos a la política, y diversión a los danzantes.
Ordenadas parejas de baile que ahora odian mientras desean; que ahora escupen el suelo del danzante, el cual pisan. Ahora fingen desaprobación cuando el líder saluda, sabedoras de su riesgo.
El engranaje se vicia y los pasos empiezan a fallar. Tropiezan emociones y zapatos mientras la cabeza permanece falsamente fría. No reconocerán su traspiés, narcisistas mocasines que sólo buscan suelo que pisar.
Qué tramará hacer el danzante solitario, de paradójico seudónimo dada su estática postura.
Miro y pienso, y qué complicado parece; tres gracias en mente y un verso libre. Metafóricamente libre, enteramente danzante.
"Lleno de ansias, de espinas y cenizas, corazón en Braille
las tres gracias dicen, que pese a no tener pareja, les gusta el baile"

2 comentarios:

  1. Me hiciste bailar también y observar todo lo que sucedía :-)

    Un saludo.

    Oski.

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  2. Muchas gracias, hacen falta más danzantes y menos reproches para llevar una vida de salón (de baile).

    Un saludo.

    Asperger.

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