sábado, 14 de abril de 2012

Nostalgia en el vergel

De profesión viajante; su pasatiempo el sueño y casi siempre el asombro como incentivo. De cada continente un par de notas, quizás un mal trazo con una pareja de ideas. Su pequeña obsesión no era otra que apuntar y recordar. Su memoria llegaba hasta donde sus notas le permitieran, y créanme, la finitud no le hacía justicia.
La patria nunca tuvo menos sentido como para este incansable descubridor de tierras. Todas y cada uno le aportaban una porción de felicidad nómada. Y una nota, o un mal trazo.
Halló caminando eso que muchos añoran encontrar tumbados. Deambulaba, según dicen, como un triste. Nada más lejos de la realidad, a cada paso se alejaba de la desidia y se acercaba al jardín etéreo que algún día se propuso alcanzar. Allí deseaba tumbarse.
Algunas notas se antojaban trágicas, cargadas de contingencias desgarradoras, como si Homero hubiese escrito su futuro aún pendiente.
Verdaderamente trágica resulta la visión del viajero tumbado en su jardín, leyendo una nota escrita en lágrimas, de su travesía por el infierno.
Si no hubiese llegado al condenado jardín, allí volvería.

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