Este es el koan, la más preciada duda
y misterio. Es la causa del asombro, el motivo de la paz, el valor de
la luz. Es principio y fin a mitad de camino. Es volver a la esencia
sin salir de la evolución.
La capacidad de ver todo con los ojos
cerrados, con la mente en blanco, viajando lejos, justo encima de uno
mismo. La verdad innegable, que serena a la bestia de infinitas colas
guardada desde el declive.
La más relajante y catártica melodía
suena en silencio; el eco la hace volver sin haber estado nunca.
Bienvenida es la fluidez, que se
apodera de cada átomo que nos rodea, que acaricia lo que roza y besa
lo que mira.
El estado de las cosas, que son iguales
con conocimiento y sin él. Aquello turbio ha desaparecido a favor de
un aura de naturaleza. No hay bien ni mal en la paz, es existencia
pura, sin motivo, causa o lucha.
Este es el koan, finito o eterno,
primero o último, que hará temblar cortezas y abonar raíces.
Dime qué te dirías. Si te conocieses,
¿te amarías?. Si no te volvieses a ver, ¿te despedirías?.
Coge tiempo, dime. No hables, respira.
¿Qué escuchas?.
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