viernes, 17 de agosto de 2012

De costa a costa


Las mejores ideas son las que ni el ser más plañidero puede plasmar en poemas. Quizás esa sea la fuente de las caras inexplicables, de los gestos sorpresivos y los amores inefables.
Océanos de personas normales han ido enclaustrando autoestimas de los que sólo querían dar un paseo. Tantas palabras manidas para tantos traumas que saludan desde siempre. Como un buen vecino del que no esperas una atrocidad conyugal, se plantea el raro llevar a la soledad a cenas y ceremonias.
Hijos de una esperanza rota son aquellos improbables seres que se emperran en comprar tiritas para heridas profundas. Cauterizando con síntomas, amnesia como cura, desvanecerse como consecuencia.
Un hombre nuevo brota cada mañana, se deshace de las raíces que las sábanas embriagaron la noche anterior. Las horas y el traqueteo acompasado van guiando a ese novísimo ente que ha decidido castigarse casi sin darse cuenta. Casi sin darse cuenta se ha vuelto a enrollar en raíces; casi sin darse cuenta ese castigo se ha convertido en feliz rutina.
De rutinas vive el hombre, sea amor o desdicha. Que la fortuna sea dicha y las raíces fuertes, que entre sábanas se vive bien, en cenas o en la calle.

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