Un bar céntrico es la elección de un
numeroso grupo de pirómanos para celebrar su reunión. En el
preciosista mundo de metáforas desde el cual uno escribe, podemos
decir que hay muchas clases de pirómanos: ”Dícese de aquel que
siente una insana atracción por quemar y causar destrozos a su
alrededor”. Ceñirse a una definición ambigua tal que esta es un
curioso pero útil punto de partida.
Estos graciosos amantes del fuego y su
consecuente disturbio, de tanto (a)prenderlo parece que llevan la
cortina de humo a su alrededor, similar al aura de un bufón que nos
infunde la idea de que en su vida nunca ha faltado una sonrisa.
Bufones del valor, se arman de lo poco que poseen para incendiar, en
este no tan risueño lugar, los escombros. Escombros que sin lugar a
duda ellos mismos crearon en anteriores revoluciones carmesís.
El ansia por mostrar una intención
pura y altruista, tan humana como despreciable, ha provocado que
vivamos en la era de la prostitución del conocimiento, de donde
brotan más doctos alrededor de un hombre que gusanos en torno a un
cadáver.
Prostitución, cadáveres, altruismo,
conciencia (in)dependiente. Simples palabras que suponen el eje que
aviva y mantiene las llamas que calcinan la tierra y ahogan el aire.
Muchas palabras sin ser eje, han sido
ordenadas de forma que han erosionado a gentes desprovistas de
autonomía. No hablaremos de autonomía, que para ello hasta un
virtuoso exclamaría por una antorcha con la que fundir los errores
que nos abrasan ahora las manos.
Canta cantautor, reflexiona pensador,
pero no permita al ignorante que sea el profesor.
Tan bueno como sencillo.
ResponderEliminarSe agradece el cumplido Eleuteria, un placer el ser leído.
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