Hasta que arda la sangre. Hasta que empapen los cambios la constancia de una vida plena. Que prendan las ideas que cobijo encontraron en tan inusitada ciudadela. La cuenta atrás se ha quedado sin dígitos, sin ganas. Hacia delante vuela el destino, incapaz de retroceder pese a tener a mil demonios de su lado.
Lejos, muy lejos, allá donde no hay donde, allí donde ni la luz da los buenos días, en la frontera entre ningún lado y el final.
Quienes al ver el humo, sintieron el fuego, no han contado como debieran. Cuando al ver humo sientas calor, sientas cobijo, entonces viejo amigo, habrás llegado a ningún donde, en donde no hay nombre para el descanso. Allá donde no hay donde para el fracaso.
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