lunes, 3 de diciembre de 2012

La lengua de las libélulas.


La luz me ha dicho que lo primero fue la palabra. De ahí vino la relación, el éxito y el duelo. Un par de pasos después fueron entrando en escena variaciones de todo aquello que en principio era original.
Formado el todo y abandonada la nada, las palabras, hartas del torticero trato que sus poseedores les daban, decidieron revelarse. Revelar su verdadera intención, no hubo gritos ni reproches, sólo el certero disparo que nadie esperaba ni querría esperar.
Una mañana inesperada la justicia se vendió al azar, producto del desorden que adornaba sus vivencias. Placer, amor y confianza se autoproclamaron inalcanzables, pero difuminaron su divinidad en otros vocablos en escala de grises. Sexo, complicidad y rutina se hicieron objetivo del hombre medio, falsa sonrisa que torna fruncida al dar un abrazo.
De estos cambios nadie se hizo responsable, y la culpabilidad ahora era otra palabra ajena a todas aquellas que debían rodearle.
La vida quedó minimizada a una palabra y la muerte, en miles. Entonces, en un mundo de ventrílocuos de emociones, el gesto volvió a coger el cetro.
Por desgracia para aquellos que no podían ver, cetro sólo era una palabra y vida también. Por desgracia siempre hubo y habrá más palabras aliadas a las escalas de grises que a todo lo demás.
Aquí es donde entras tú, y donde salgo yo. Esta es mi palabra.

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