Ver cómo tus ojos ya no tienen dónde
esconderse, tu cuerpo tiembla entre las ansias y no recuerdas el
reposo ni durmiendo.
Si no recuerdas no es por mala memoria,
si no por esas manos que te hicieron borrar hasta tu nombre,
camuflado entre unas sábanas que por amor y pasión no quieren
dejarte descansar.
Pasión parece poco cuando hablamos de
no hablar, cuando hablamos de sentir con los labios empapados.
Mientras yo estoy perdido, tú
pronuncias el deseo rasgando una espalda que es tuya y de nadie más.
Sólo consigo pronunciar el anhelo de
que sigas cerca, de que no te quedes quieta.
Necesidad de un hombre afortunado, que
puede decir que su lengua juega más que cualquier prenda con tu
cuerpo.
Más tuyo que de nadie más, quiero
hacerte mía. Quiero que “nosotros” sólo venga unido a fiebre
sin cura, sudor que ahoga el miedo y una respiración que amenaza con
la retirada.
Hay muchas formas de morir, casi tantas
como posiciones en un tablero infinito formado por dos locos que sólo
temen no estar juntos.
Después de morir, renacemos y volvemos
a asesinarnos, con una mirada que nunca queda en aviso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario