domingo, 19 de mayo de 2013

Ser tres

Las mismas letras que a veces bailan sutiles, otras chocan desacompasadas. No escuchan el ritmo de los pasos; primero uno, luego otro. El director clama la ayuda de tres abecedarios griegos por debajo del papel.
No hay batuta que valga dicen los músicos, impotentes al ver desvanecerse las gracias que sus alientos pintaban en el escenario.
La pregunta no sólo había perdido el sitio, echaba de menos tanto su hogar como su sentido.
¿Dónde sigue ese magullado danzante ahora que ha decidido ser música de corazones?
Ni las letras ni los papeles dieron con un suspiro de alivio. Ni siquiera un público entregado a la duda fue el primer movimiento hacia el Sol.
No importó el escenario, ni la hora ni el lugar. Importó lo mismo el reloj que mil arenas. Nada.
Como ya hizo cuando todo iba precedido por un Tic Tac, ella fue la que ordenó sin juicios este desierto quemado.
Y ahora danzan en silencio.



Que alguien dibuje ese beso.

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