Mil y un excitantes en la misma mesa,
casi tantos como noches lidiando con el mismo diablo. Mil y una
piezas del puzzle que supone una ambición. Casi se pueden tocar esas
mieles cuando visualizas el éxito y su derrota, frotándote los ojos
como un genio su lámpara.
Más de mil damas bajo las mismas
sábanas, bajo la misma luna, no así la misma cama. Nunca será
igual si bajo la misma luna; no debajo de la misma luna, ni esperando
el mismo drama.
Las ambiciones traen por la espalda un
séquito de crueldades que deben liberarse en justas parcelas,
propiedad de antiguas dinastías.
Nadie ha inventado nada, es el Señor
de los días impares el juez de este azar de entreguerras, donde
hasta el más insignificante mortal anhela el néctar de su propio
deseo.
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