Se ha vilipendiado cruelmente la
monarquía en los últimos tiempos. La fama es dura a veces, y dura
demasiado. Siglos han pasado con la carga del desprecio soberano por
parte del vasallaje, un contexto similar al castigado Atlas con el
insufrible peso del mundo encima de sus hombros.
Cetros, coronas, poder y algún que
otro trono. Palabras cargadas de una memoria histórica descomunal y
frágilmente subjetiva. Subjetiva es la emoción que el cuerpo tiene
por respuesta.
Sea cual sea el linaje de cada diminuto
campesino, el truco del manco reside en despertar a cada segundo, con
la emoción de la mañana de los Reyes Magos.
God save the Realm, o como diría un
campesino ilusionado, Dios salve a la realeza.
En este o en otro pueblo, todos
guardamos una corona en un cajón, esperando ser rescatada para darle
luz a la noche.
Como los Reyes Magos.
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