Tras muchas vueltas a la razón y a la
saeta del reloj que se propuso confundir a la cordura, el fin de la
ruta de vaivenes ha comenzado. Con un gesto inmisericorde despedimos
a los pertinaces ábacos de jornadas casi interminables.
Es este el instante que debe elegirse
como imperecedero, plagado de olvidos de doble filo, sin echar en
falta lo que quizás en otro momento fue imprescindible.
Sea bienvenida la fortuna que ha pasado
a ser el mayor gozo de aquellos que sólo veían la nada. Experiencia
es quizás el pobre beneficio que todavía puede apuntillarse, en el
último suspiro de tan impía res.
Gracias a la misma saeta que cuando
quiso hirió, ahora el sueño es risa y el silencio música.
Despídanse de lo funesto, hoy amanece
para todos.
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