No me parezco a Narciso, y mi historia no es ni semejante. Yo sé nadar.
Me gusta el eco de mis palabras por que suelen tener razón, incluso más que yo.
El frescor de las serpientes con su elegante contoneo es suficiente inspiración al salir a la calle. Juegan a desplazarse sobre el terreno que las observa con gesto de incredulidad y admiración. Si le preguntasen sobre el reptil diría que le repugnan, que pasan por encima sin dejar marcas ni les complacen con el tacto al que están acostumbrados. Su lengua es afilada y sus ojos muestran una confianza que provoca una respuesta omisa en el ojo ajeno, pero gritos internos que luchan por salir a la luz.
Ese es el espíritu de la unidad en el conjunto, dejarse la piel sabiendo que no será la última.
El arte de reptar no interesa al museo, pero aún así es musa, que nos ayuda a disfrutar del paseo.
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